sábado, 23 de abril de 2022



 


 

 Espionaje

 

Todos dan explicaciones, cada uno la suya. Así, poco a poco se asientan las posiciones que primero resultan inconexas, exageradas, histriónicas, para después, con el tiempo y algo de mesura, venir a sucumbir a la luz tras las sombras. El Gobierno calla a gritos, los espiados piden justicia, los jueces y fiscales se esconden mientras los muertos se remueven en las tumbas. Esto es España, un país roto en dos o en tres. Los pedazos de la sacudida “la democracia” saltan por los aires… ¿Y ahora qué? ¿Seguiremos cantando lo de la “democracia plena” entre corruptos o nos pasamos directamente al “Cara al sol” aceptando el pelotazo como norma?

En otros tiempos, en mi mocedad, el escándalo de los espionajes sacudiría las calles y los alborotos se sucederían en todas las ciudades con algo de dignidad. Caería el Gobierno, cualquier Gobierno. Pero hoy son las redes sociales… Ahí es donde se cuece la torta, porque en la calle ya hemos visto como las fuerzas de orden público amparadas por la Ley mordaza, que ha existido siempre, son capaces de descoyuntarte músculos a garrotazos y saltarte un ojo con una bala de goma perdida. Vamos, resumiendo, que asomas la gaita a la calle y te la vuelan. Las Redes son más arropadas. Igualmente son espiadas, pero sin pupas ni cicatrices, de momento.

Se ha hablado mucho de la Transición como un pacto oscuro-tenebroso. En absoluto es verdad. No fue la suma de todos los miedos, sino de todos los atrevidos. Hubo entonces cabezas valientes. La gente dio la cara y los riesgos no se esfumaron de repente tras el régimen franquista porque el verdadero poder, el que cuenta, no está en el escaparate sino tras los intereses profundos. Como siempre pasa, los que están en el poder: “títeres” quieren controlar el ritmo de los acontecimientos, de manera que siempre detectan excesos en quienes empujan a favor de la decencia. Y la decencia está amenazada seriamente por el espionaje en este instante. Quizá por querer sacudir el polvo de la alfombra, se corre el riesgo de descubrir la basura que acumula debajo. El espionaje: mal asunto.

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