miércoles, 6 de julio de 2022


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Faunas y privilegios

 

De siempre me han contado historias rurales de quinquis, de maleantes, de bandoleros y de cómo la autoridad competente del Régimen, la guardia civil, llegaba al lugar y soltaba dos hostias al primero que chistase sin que mediara palabra alguna o se atara los machos en calcularse el odio y la rabia que producía en inocentes, transeúntes o paisanos. Es la Memoria la que me trae ahora aquellos cuentos de antaño, los de la época franquista. La misma memoria que nutre chistes de gitanos, vagabundos y bohemios en encuentros dramáticos con la pareja de la benemérita. No soy buen contador de chistes de modo que me ahorro las referencias. Pero sí me trae a la Memoria el libro de Almudena GrandesEl lector de Julio Verne”:

“Paquito no se sabía las tablas de multiplicar, pero daba igual, porque era muy alto, y daría la talla, y sería guardia civil como su padre, como su abuelo.”

A estos privilegios hereditarios es a los que me refiero, a los que siempre ha tenido la Guardia Civil. Poco importaba entonces si el mozo aspirante a guardia despuntaba en educación: estudios; oye, con dar la talla en altura sobraba. Por eso el primer impulso y método del guardia consistía en repartir estopa y ser preferiblemente temido que respetado por admiración ecuánime. Por supuesto eran otros tiempos. Afortunadamente la democracia también ha cambiado ciertos hábitos sin que pueda olvidarme en la memoria de los Roldán, los Tejeros o de los Cobos; contemporáneos.

Y es precisamente esta Memoria del pasado, entre otras, la que les duele reconocer, para algunos descabellada (González, Aznar). Diríase que duele reconocerse en la tradicional y continua “Leyenda Negra” de las gentes de armas españolas (de los guardias) allá donde han pisado; en suelo patrio o allende las fronteras. Porque en todas partes hay cuentos y Memorias de los privilegios y desmanes de la autoridad armada retorciendo derechos de la fauna autóctona desarmada que encontrasen: gitanos, payos, indios o bereberes… Aunque esa memoria nos quede, muy a su pesar, a modo de chistes, escalabrados y en numerosos casos, cadáveres retorciéndose en cunetas y tumbas.

La Memoria de nuestro pasado nos hace fuertes y al que le pique, que se rasque.

Leer a Almudena Grandes es un deleite sólo al alcance de quienes gustan de la lectura con mayúsculas.


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