sábado, 6 de diciembre de 2008

La casa de los siete balcones

Rubén Iglesias tiene esa virtud que todo actor debe tener, talento. Y es mucho el talento que posee. Ayer mismo asistí a una función de teatro en el Centro Cultural Nicolás Salmerón en Madrid, calle Mantuano, 51 en el distrito de Prosperidad. La obra expuesta "La Casa de los siete balcones" de Alejandro Casona, una obra costumbrista, algo espesa y bien sazonada de todos los matices que Casona suele aderezar en sus obras. No falta el elemento empírico de la moralidad ni el morboso argumento del egoismo intrinseco en el hombre. Adornada Casona la estampa con la ingenua ternura de un personaje autista, Uriel, interpretado por Rubén Iglesias, y la bravía presencia de Amanda, encarnada por Irene Martín que, por cierto, está sobervia en el personaje. Tengo que destacar la belleza en la composición escénica, seguramente sobria por falta de presupuesto, pero con los matices necesarios para la comprensión idílica del momento representado. Bajo la dirección de Ángel Borge, el espectáculo resulta intenso, algo menguado en efectos especiales pero con el suficiente dinamismo para evitar la dispersión en el espectador. Es frecuente este pauperrismo escénico entre el teatro aficionado, la falta de dinero se compensa, a veces, con versatilidad e ingenio. No obstante, el elenco de actores está muy por encima del presupuesto. Antonio Figueroa es, sin lugar a dudas, maestro de la escena y sabe, porque seguro que lo ha mamado, valerse de los mejores recursos para ensalzar los personajes. No menos maestro, qué digo, catedrático está Juanjo Cantalapiedra, inmenso, gigante, sublime. Pero debo destacar la actuación encumbrada de Consuelo Luengo en el papel de Genoveva, por encima de los demás actores, hay que rendirse ante la evidencia.

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