Natalia Millán
Asombroso ejercicio dramático el que puede verse en Madrid
en el coqueto teatro Arlequín: “5 horas con Mario” de Miguel Delibes,
interpretado magistralmente por Natalia Millán.
Son pocas las veces en que una escena monocromática te deja
tan sorprendido y a la vez emocionado. Es éste el caso. El juego de luces
alumbra el fondo terrible de una historia pintada en el rostro de una mujer
normal; normal en una sociedad normal. Tan normal como nos muestra Carmen
Sotillo. Tan normal como los personajes que, ausentes, están dibujados según la
perspectiva de quién los sufre o los acompaña a lo largo de una vida. Así,
despojada la escena de héroes, uno a uno desfilan por delante nuestro los cuñados,
primos, novios, amigos, padres y madres de los protagonistas… ¡Y en escena sólo
está ella!... Natalia Millán.
Para mí, que apenas estoy asomando de verdad a lo que es una
gran pasión, el teatro, supone el autoconvencimiento de que cuando un actor se
da por entero al personaje, es entonces cuando se produce la magia, la
prestidigitación en los sentidos y lo que es más importante la simbiosis: la
transmisión al patio de butacas.
Ya tenía yo referencias de la obra de Delibes cuya densidad
literaria me pareció sublime al leerla en mis tiempos mozos. De este modo he de
destacar también la adaptación dramática que nos presentan en la función y que
viene a llenar casi plenamente los recuerdos de aquella lectura.
Resumiendo,
que he quedado muy satisfecho y con ganas de volver.
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