Un nuevo registro que añadir a mi experiencia como actor aficionado. Se trata del personaje nacido de la imaginación de Mihura: “Don Rosario”
Ayer, 4 de marzo 2011, hemos estrenado con La Farándula en el coqueto C. C. Zazuar de Madrid, Tres Sombreros de Copa. La foto arriba expuesta pertenece a dicho estreno.
La obra: Empieza la música y hace parara papa, parara papa, parara papa. La acción se sitúa justo en la noche que es víspera de la boda entre Dionisio y Margarita. Un hotel de provincias sirve para colocar el escenario en una de sus habitaciones, la mejor habitación pretendidamente, aunque ésta no pase de ser como las demás habitaciones de la casa. Dionisio carga con tres sombreros de copa que supuestamente son para que uno de ellos le sea útil en la boda y/o en la vida. El primer sombrero se lo ha regalado su suegro (Don Sacramento) y representa el rigor del mundo real; El segundo sombrero es obsequio de Margarita, su prometida, que afirma que el tercer sombrero, el que se ha comprado Dionisio, le hace cara de “Chubesky”.
La farsa es, en conjunto, el mundo absurdo, el del circo; Los sombreros son símbolos y como tal el protagonista, junto con otros personajes, acaba haciendo malabares con ellos. Los sombreros acaban por el suelo, tirados, desparramados, desordenados, vilipendiados, inconexos, ajados e incongruentes.
Es una comedia escrita en 1932 y estrenada veinte años después. Pertenece al género del teatro del absurdo y de humor, dentro del cual está considerada, por los entendidos, como una de sus obras maestras, supone, por su originalidad, una ruptura con el teatro cómico de la época. El autor solía repetir con cierta frecuencia que había encontrado con esta obra un estilo propio, “sin influencias ajenas”.
En “Tres sombreros de copa” la acción juega haciendo cabriolas con la literalidad y sentido del lenguaje. Se enfatiza elocuentemente lo accesorio e innecesario resaltando lo inútil y lo vanidoso por encima de lo racional tradicionalmente mesurado. “Es todo un plan para que el diálogo resulte un buen ejemplo de la victoria de lo dionisíaco frente a lo apolíneo. Se exhibe una experiencia emocional que va más allá de lo estético y de la contemplación o de la calma. En el teatro del absurdo el lenguaje es vivo, juguetón, polisémico, y en ningún momento equilibrado y formal”.
Ayer, 4 de marzo 2011, hemos estrenado con La Farándula en el coqueto C. C. Zazuar de Madrid, Tres Sombreros de Copa. La foto arriba expuesta pertenece a dicho estreno.
La obra: Empieza la música y hace parara papa, parara papa, parara papa. La acción se sitúa justo en la noche que es víspera de la boda entre Dionisio y Margarita. Un hotel de provincias sirve para colocar el escenario en una de sus habitaciones, la mejor habitación pretendidamente, aunque ésta no pase de ser como las demás habitaciones de la casa. Dionisio carga con tres sombreros de copa que supuestamente son para que uno de ellos le sea útil en la boda y/o en la vida. El primer sombrero se lo ha regalado su suegro (Don Sacramento) y representa el rigor del mundo real; El segundo sombrero es obsequio de Margarita, su prometida, que afirma que el tercer sombrero, el que se ha comprado Dionisio, le hace cara de “Chubesky”.
La farsa es, en conjunto, el mundo absurdo, el del circo; Los sombreros son símbolos y como tal el protagonista, junto con otros personajes, acaba haciendo malabares con ellos. Los sombreros acaban por el suelo, tirados, desparramados, desordenados, vilipendiados, inconexos, ajados e incongruentes.
Es una comedia escrita en 1932 y estrenada veinte años después. Pertenece al género del teatro del absurdo y de humor, dentro del cual está considerada, por los entendidos, como una de sus obras maestras, supone, por su originalidad, una ruptura con el teatro cómico de la época. El autor solía repetir con cierta frecuencia que había encontrado con esta obra un estilo propio, “sin influencias ajenas”.
En “Tres sombreros de copa” la acción juega haciendo cabriolas con la literalidad y sentido del lenguaje. Se enfatiza elocuentemente lo accesorio e innecesario resaltando lo inútil y lo vanidoso por encima de lo racional tradicionalmente mesurado. “Es todo un plan para que el diálogo resulte un buen ejemplo de la victoria de lo dionisíaco frente a lo apolíneo. Se exhibe una experiencia emocional que va más allá de lo estético y de la contemplación o de la calma. En el teatro del absurdo el lenguaje es vivo, juguetón, polisémico, y en ningún momento equilibrado y formal”.
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