En una de esas pequeñas salas de teatro, sala acogedora pero sin florituras espléndidas de boato y campañillas, he tenido la fortuna de ver la obra de Elena Belmonte “Baile de huesos” dirigida por Manuel Galiana. Gracias a la invitación de la propia autora y a A. Moyano que gentilmente se acuerda de quienes amamos el teatro desde la perspectiva modesta de los recursos contados.
“Baile de huesos” es una obra contemporánea que hay que ver sí o sí. Premiada en certámenes internacionales cuenta la historia de unos personajes que, tras diversos avatares trágicos, se reúnen en el limbo a la hora de morir y allí, aguardando a “La muerte” nos descubren facetas y perfiles personales de cada uno de ellos. Tras un interesante trasiego en el que comparecen rasgos y características particulares, llega la muerte para dirimir si alguno de los personajes conservará la vida. Esta singularidad viene propiciada por un raro extravío de papeles entre la documentación que administra la muerte y que siembra cierta esperanza entre los candidatos que ya se descontaban de entre los vivos.
Tengo que destacar lo ingenioso del argumento a la vez que, tras el desenlace, descubro nuevos matices que no había intuido y que, curiosamente, vienen dados por el personaje femenino atípico de “La muerte”, a la que la autora ha otorgado un perfil convencional rayando el funcionariado, y por otra parte una sensibilidad que en otros tiempos hubiera escandalizado a más de uno, porque admite sin tapujos cierta admiración por una pianista.
Debo destacar el buen trabajo de los actores y la prodigiosa mano de Galiana que conduce la acción llevando al público por las distintas sensaciones combinando el drama entre dosis de humor con gran destreza.
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