lunes, 12 de julio de 2010

Un marido de ida y vuelta JOAQUÍN KREMEL




































Menudo estropicio han hecho en esta versión de la obra "Un marido de ida y vuelta" en Los Jardines del Galileo. No puedo recomendar que acudáis a verla, entre otras cosas, porque no se respeta en absoluto la originalidad del autor.
Pero aunque la mediocridad sea tan patente que no se haga recomendable, además es, que el espacio para el público tampoco se presta a un mínimo de comodidad que precie el valor de las entradas; me explico: Un patio de mesitas con sillas de PvC tan apretado que, claro, para que quepan más unidades están arrimadísimas las unas a las otras sin espacio para moverse. Y el tamaño de la mesita es (para cuatro personas) inferior al medio metro cuadrado (0.28 m2) eso sí, el menú caro como si estuvieras en Hollywood. Recomiendo llevar, si acudís, una balleta para limpiar el asiento antes de ocuparlo, pues fácil será que contenga pegadas cagadas de ave o huellas de haberle llovido. El tapete de la mesa está sin sobrehilar, cortado a mano con tijera y con prisa, de algún retal de saldo.
Pero vamos a lo interesante, que es la calidad que se supone a un montaje profesional. Aquí he de decir que faltan numerosos actores en escena, y que la versión trata de adaptarse, malamente, con la ausencia de esos personajes/actores; faltan Sigerico y Cristina, falta Damiana, falta Filalicio, falta Felisa, falta Vigil y esposa. De ésta manera, el guión hace numerosos requiebros que desvirtúan los chistes, dejando otros chistes sin traer, por imposibilidad técnica. También faltan efectos especiales y, como tal, gracia. Diríase que la obra está montada para el lucimiento exclusivo de Kremel, pero haciendo cuentas, ni eso siquiera.
Aún así, la obra es tan buena merced al autor que el montaje consigue sacar hilaridad entre el público, aunque ni una parte de la que debería.
Acudimos a ver la obra una pareja de amigos, María José y yo mismo. Los cuatro salimos renegando y profundamente decepcionados. Con franqueza pensamos que este tipo de funciones hacen daño al teatro, pues no se respeta al espectador, ni al autor, ni a los mismos actores que, por mor de un bolo veraniego, dejan de interpretar los personajes como dios manda.
Por otra parte el escenario sí está bonito, con un sofá que en el primer acto aparece cubierto con una funda que se retira para el resto de la obra, un espejo de chapa niquelada, que más que espejo es una bandeja de camarero, la radio no está empotrada en la pared, sino sobre un pié. No hay efecto especial del batín, y las tazas caen de la mesa camarera mediante un resorte que activa Elías sin disimulo alguno. (Mediocre). La aparición de Pepe en el segundo acto se hace con una proyección cinematográfica filmada sobre el fondo del escenario. Este mismo efecto se hace al final del tercero con Leticia y Pepe juntos.
Fernando Lage tiene el papel de "Dtr. Ansurez", aunque en el programa de mano diga, por error tipográfico supongo, Añurez. Fernando está discreto, como el resto de actores. Es como si la consigna fuese "NO destacar por encima de Kremel". No sé.

Viendo esta obra por profesionales vengo a decir: "VIVA LA FARÁNDULA"
NOTA: Esta entrada ha sido editada para abstraer, omitir los nombres de los amigos que nos acompañaban a ver la función, éstos prefieren que cuando las críticas sean negativas, aun siendo compartidas, no aparecer implicados. Cualidad en ellos que valoro sobremanera.

1 comentario:

Hipólito dijo...

Bueno, en absoluto es mi intención desahogarme impropiamente al escribir. Siempre que escribo aquí es para manifestar una opinión crítica de las cosas y, por supuesto, desde una visión unilateral objetiva, o lo más objetiva que pueda.
Vengo a decir lo anterior, porque no puedo remediar comparar las experiencias que ocurren un día una, y otro día diferente otra. Así las cosas, cuando critico la función de “Un marido de ida y vuelta” de Jardiel Poncela que protagoniza Kremel en los Jardines del Galileo, mi experiencia no puede evitar comparar esa función con otra que vi de esa misma obra en el teatro Reina Victoria bajo la dirección de Mara Recatero con actores profesionales y cobrando las entradas como tales. Mal que le pese a algunos, y aunque todas las comparaciones sean odiosas, la comparación a ojos de un aficionado al teatro es inherente máxime cuando cuesta los cuartos. Y luego está la legitimidad del derecho de espectador a despreciar las cosas que no son satisfactorias.