sábado, 18 de septiembre de 2010

Carta de una desconocida





Magnífico ejercicio de teatro al que tuve oportunidad de asistir ayer viernes 17 septiembre: “Carta de una desconocida” de Stefan Zweig interpretada magistralmente por María Rosa Sanz en el C. C. José de Espronceda de Cuatro Caminos – Madrid.
María Rosa está sublime interpretando a una mujer que, tras la muerte de su hijo, debate sobre si enterar por carta al padre legítimo del óbito y, de paso, hacerle saber de otras vicisitudes qué, sin saberlo ese hombre, han sucedido en la vida de esa mujer. Es un drama desgarrado, profundo, intenso, el dolor se cuela por entre los poros hasta llegar a lo íntimo del sentimiento. A medida que avanza la acción, la actriz nos cautiva y envuelve en su propia piel para transmitir el arrebato epistolar que no sabe plasmar en el papel. Sobre el escenario se suceden los recuerdos y escenas que han marcado a esa mujer que sólo ha sido de un hombre, y nos cuenta cómo esa mujer, sin poder amar a otro hombre, ha tenido que enfrentarse a la vida con la soledad de quien se sabe huérfano de corazón para amar con libertad y ser correspondido.
El escenario vestido con fondo negro sobre el que destaca un tul blanco a modo de fantasía abstracta. En el centro una mesa camilla con faldas, y sobre ésta los accesorios propios de un escribiente: tintero, papel, pluma… y un candelabro de cinco velas rojas. Al otro lado, una mecedora de época y tras ella un pie coronado con un jarrón en el que están dispuestas cinco rosas blancas. Desconozco si la coincidencia del número de velas rojas y el número de rosas blancas se corresponde con alguna cualidad exotérica apuntada por el autor en la novela.
El centro Cultural José de Espronceda es muy coqueto a la vez que adecuado para este tipo de representaciones (monólogos), la proximidad del actor con el público permite que las interactividad propia de la escena se transmita de un modo fácil, dinámico. Apenas conté 120 butacas, eso sí, muy cómodas.
El director de la obra: José Luis Pérez Martín, a cuya calidad estoy muy acostumbrado y tengo que decir que nunca defrauda. Puedo adivinar sus montajes por la gran exposición de detalles y, sobre todo, por la fuerza que recoge de los textos cuando tiene ocasión. Por poner un pero, aunque apuesto a que no estaba en su mano mejorarlo, criticaré negativamente la iluminación. A veces chorros de luz sin venir a cuento, otras, oscuridad incomprensible con contrastes yo diría desajustados. Y sí, la música que ambienta las escenas suena demasiado alta impidiendo que el público escuche al actor. Suerte que sólo ha sido un par de veces. A propósito de la música, la selección es increíblemente buena, tanto, que seguramente es la causante de estremecer al público atinadamente en ciertas ocasiones.
Para este declarado admirador de María Rosa sería una gran decepción que este montaje no se volviera a repetir, como así lo tengo entendido.

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