"Que nadie venga a dar lecciones"
Suele ocurrir con frecuencia que, aunque las tareas salgan bien al final, algún aspecto del desempeño o la calidad sea susceptible de mejora o revisión. Por experiencia hablo en ese sentido y me acomodan los métodos que traen verificaciones y auditorías en el trascurso de la faena y que, generalmente, previenen pérdidas indeseables o errores manifiestos.
Así, cuando escucho a alguien decir: “A mí nadie me da lecciones”, presumo que no sólo comete errores frecuentes, sino que a menudo se está defraudando a sí mismo al tiempo que defrauda a los demás: seguramente a quienes depositan en ellos la confianza ya sea en la empresa o en las instituciones.
Últimamente es en política donde más se escucha el: “Que nadie me venga a dar lecciones”, y son, precisamente, aquellos que más las necesitan quienes alardean gallardos de una necesidad imperiosa de corregirse o enmendarse. Pero, ya es tiempo de reconocerse, caramba, que en este país no sea capaz un político de «reconocer maestro», ni permitir la lección fecunda de la experiencia.
Por otra parte decía Juliana Panizo: "Ninguno de su saber se ufane, pues a todo hay quien gane".
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